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lunes, enero 09, 2006

El Padre Pepe II (Crónica Nº 20)

En 1981, vivía yo en Quilmes, un barrio en el sur de Buenos Aires, para dicha fecha, nuestro país aún no entraba en el esplendor económico y el gobierno muy amable no era, de hecho no conocíamos inmigrantes. En ese tiempo en Chile todavía existían los pobres, en nuestra bella Plaza de Armas sólo había soldados y los que podíamos salíamos del país en busca de un futuro más propicio en tierras ajenas. Yo, al igual que muchos otros, crucé los Andes buscando una vida. Con la ayuda de organizaciones para refugiados políticos en poco tiempo logré llegar a Buenos Aires, establecerme en Quilmes y desempeñarme exitosamente como garzón en una parrilla porteña, labor que me permitía alimentarme, pagarme la cerveza, los cigarrillos y alquilar una habitación a pocas cuadras del trabajo.

Ya en 1982 tuve nuevamente noticias del Padre Pepe, emocionado por los periódicos y por la radio me enteré que seguía viviendo en la Argentina, comenzó a aparecer habitualmente en los medios acusado de una serie de atentados políticos, el gobierno argentino lo culpaba de liderar movimientos rebeldes que ponían en riesgo la seguridad pública, le buscaban por todos lados, pero nadie sabía concretamente donde estaba, se creía que posiblemente se escondía en barrios marginales de la Provincia de Buenos Aires, y una segunda hipótesis afirmaba que habría logrado salir de la zona central del país para alcanzar el Chaco, en la frontera con Paraguay. Si esto era cierto y si el padre contaba con el apoyo de la población campesina, se volvía imposible apresarlo para los militares. Yo que lo recordaba hace tantos años con cariño y que añoraba reencontrarme con él, sabía que tarde o temprano se sabría que todo era un error, por eso comencé a recortar y a guardar en el cajón de la mesita de noche todo lo que la prensa publicaba sobre él en un cuaderno de fan.

Un día como cualquiera al terminar la jornada, venía de noche de la parrilla cansado, ya tarde, fumaba y silbaba un tango cuando sorpresivamente encontré a medio camino con la señora que me rentaba el cuarto, me estaba esperando para advertirme que los militares habían allanado el barrio y que habían encontrado entre mis cosas un cassette de Silvio, revistas para adultos y los recortes del Padre Pepe. La señora me aconsejó que viajara, que la cosa estaba violenta, que eran bravos con los extranjeros, y que los soldados seguramente volverían. Amablemente me devolvió el mes de garantía, me deseó suerte, paré un taxi y partí al rodoviario para tomar un bus a Chile, esa misma noche viajé, al lado me tocó un tipo extraño, que usaba sombrero, lentes oscuros, barba larga y estaba abrigado aún con los 35 grados de temperatura que había. El auxiliar del bus se acercó a nosotros para pedirnos el pasaje y los datos, al irse el tipo de barba me habló.

- ¿Jovren discurpe tu erres Juan Cautive, o sea Vladimir, el chilenian den campament crristiano?

Enseguida reconocí su castellano horrible, era el Padre Pepe que también huía de los militares argentinos, nos abrazamos emocionados y conversamos durante las 20 horas de viaje, poniéndonos mutuamente al tanto de nuestras clandestinas vidas. Llegamos a Santiago a la madrugada, al sacerdote era esperado por un grupo de misteriosas personas vestidas de oscuro, nos despedimos, me dijo que el continuaba camino al caribe, que de México pasaría a Cuba a arreglar algunos asuntos con un amigo, me prometió que volvería a visitarme, me dijo que tenía contactos, que no me preocupara que él fácilmente me podría ubicar.

No pasaron más de tres años y una mañana tocó a mi puerta, venia muy cambiado con un habano en la boca y varias maletas llenas de botellas de ron para celebrar el reencuentro, ya no traía su sotana sucia ni sus sandalias de jesuita pobre, venía completamente cambiado, vestía de blanco, con una guayabera bordada, pantalones de lino, gafas y diente de oro. Traía mucho dinero, fuimos al supermercado y compró un refrigerador que llenó de cosas ricas, incluso mandó a comprar el cargamento de los últimos choros zapatos y los comimos por la tardes mientras veíamos Sábados Gigantes, o por la noche tomando ron mientras veíamos el Japening con Ja en el siete.

En una de aquellas largas noches, pasado de copas me confesó que en Cuba había conocido una mulata que lo tenía enfermo, me dijo que viajó a Chile para intentar olvidarla, y que nunca había perdido su voto de castidad. Yo lo escuché y lo incentivé a que viajara de vuelta, le dije que si era necesario abandonara sus votos pues el amor de una mujer lo valía todo, que si el Señor después de tantos años de servicio había puesto una mujer en su camino a lo mejor lo estaba dando de baja. La verdad al principio yo estaba muy contento con su visita pero iban varias semanas de no dormir, yo perdí mi trabajo y mi novia, el curita puro tomaba y me hacía tomar, el tipo no pensaba largarse, comencé a insistirle en las ventajas del romance, hasta que lo convencí y su espíritu santo partió detrás del culo de la negra.

Al día siguiente le fui a dejar al aeropuerto, me prometió escribir pronto y volver contándome como le iba con la mujer, lamentablemente me cambié de casa y no pude avisarle. De igual manera alcancé a recibir algunas de sus cartas, en la primera me contaba que la chica lo hizo mierda, lo cagó con todo el barrio y le quitó su fortuna, que derrotado volvió al sacerdocio y que para cambiar de aire viajaría a estudiar al Vaticano. Pepe, aunque siempre fue un líder innato, se llenó de odio y de frustración por el engaño de aquella mujer, se volvió ambicioso. Calculó que con su potencial y un poco de suerte ascendería velozmente en la jerarquía clerical, en la última carta que llegó me confesó que escondía el jugo de papaya a su jefe como estrategia para apurar el deceso y ocupar un puesto importante. Hace poco por la prensa me enteré que sigue en la iglesia y que logró su anhelo, su jefe lamentablemente falleció hace algún tiempo y él fue ascendido, por esto ya no se le conoce como el Padre Pepe, decidió cambiar su apodo por otro más acorde a los nuevos tiempos y a su actual cargo, ahora le llaman Benedictus XVI.

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3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

OHH Wow...

me has dejado plop hombre...
en serio es el papa benedicto??

jojojo..
k wena historia...


sabe que señor?.. no hay por ke tomarse la vida como algo "lamentable"... de alguna manera mi forma de ser se parece a la suya.. ver todo tan mal.. ke a uno le sucede todo y esas cosas..

si viera "mi cautiverio"... .. al final todos estamos sujetos a algo k de alguna u otra manera nos controla.. hay que ver lo que de verdad no sirve.. y es hermoso...

adios mister.

1:11 a. m.  
Blogger mario said...

sobrevivencia a sí mismo,de eso se trata
un saludo

11:01 p. m.  
Blogger Lolo said...

vamos don juan... qe pasa? hecho de menos sus cronicas. no quiero ni pensar que la sangrona esa le hizo algo.. porfavor.. necesito una señal de humo o algo.

liberate juan!!!

9:20 p. m.  

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