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martes, diciembre 06, 2005

El Padre Pepe I (Crónica Nº 19)

Cuando era niño mi madre tenía un jaulón inmenso lleno de canarios finos, de esos con anillo en la pata. Había alrededor de cincuenta aves, en general eran amarillas o blancas pero por las sobredosis que mamá les daba de zanahoria o betarraga se volvían medio colorados. Yo disfrutaba apoyar de espaldas la cabeza en la malla, quedándome ahí quieto pronto sentía como las hembras me arrancaban pelos para hacer sus nidos. Después de la temporada de crianza vendíamos los pichones y nos ganábamos algunos escudos, yo estoy seguro que mi madre quería más a sus plantas y canarios que a nosotros sus hijos.

Un sábado la acompañé a casa de la patrona para vender un pichón, la señora le había encargado un albino y mi madre que equivocadamente pensaba que su negocio era ilegal llevaba varios pichones en un saquito dentro del zapato. La señora nos recibió y nos hizo pasar al jardín, tenía una jaula preciosa que parecía bañada en oro con decenas de pajaritos de todos colores muy bien cuidados, gorditos, llenos de salud. Al verlos no me pude aguantar y exclamé ¡Carajo mamá mira que lindos canarios! Pronto las aves comenzaron a actuar extraño, no sostenían la cabeza cual cisne del río Cruces, una a una fueron cayendo muertas de las perchas al suelo, la señora daba en vano técnicas de reanimación a los últimos agonizantes, yo pregunté si por ahí había una planta de celulosa. La señora fuera de sí, gritando como una histérica nos echó a patadas de la casa, encima no compró ningún pichón, que injusta, como si fuera nuestra culpa que con tan lujosa pajarera no se hubiese preocupado de tener una cintita roja para el mal de ojo.

Caminamos en silencio de vuelta a casa, al llegar mi madre se sacó los zapatos, algunos pichones habían muerto por el traslado así que me mandó a hacer un huequito en el antejardín y una cruz con dos palitos amarrados. Mi madre no me reprendió por lo del mal de ojo, de todas formas no había manera de saberlo, después todo siguió más o menos normal, eso sí, de ahí en adelante no pude volver a salir al patio trasero donde estaba su jaulón y tampoco me permitió conocer al resto de mis hermanitos hasta que entraban a primero de preparatoria.

Para los veranos llegaban a casa mis primos mayores, amantes del fútbol que jugaban en el patio a escondidas mientras mi madre dormía la siesta, en las pichangas siempre llegaban pelotazos al jaulón que en esas fechas estaba lleno de nidos, un día con el golpe cayó uno de los nidos e instantáneamente murieron varios pichones, como mis primos conocían la historia con la patrona, para salvarse rearmaron los nidos fijando con cinta adhesiva los cuerpitos desplumados sin vida, buscaron a mi madre y dijeron que yo había salido al patio para ojearlos. Mi madre sin escuchar mi versión me mandó castigado a un campamento de jóvenes cristianos por el resto del verano.

Ahí conocí al Padre José Masinguer o algo así, tenía un apellido complicado por eso le conocíamos como el Padre Pepe. El Padre era un hombre amable, un jesuita alemán joven y humilde que apenas hablaba español, sin importar la lluvia o el frío vestía siempre con su gastada sotana y sandalias. A los chicos más grandes del campamento nos levantaba de noche después del toque de queda, y nos llevaba caminando hasta el bosque donde nos sentaba en un gran círculo alrededor del fuego. Él se paseaba al centro y enérgicamente nos hablaba temas importantes, nos enseñaba de política, de derechos humanos, de justicia, del hambre del pueblo africano, etc. Algunas veces también jugábamos al semáforo, a la botella, al doctor, o al papá y la mamá. Lo recuerdo como a un sacerdote asertivo y tolerante, nos enseñó a perder el miedo a la muerte y al juicio final, el único error que cometió en su discurso fue asegurarnos que Satán era sólo un personaje de historias de campo.

Siempre al volver a nuestras carpas nos deseaba buenas noches y nos pedía que no olvidáramos ser cuidadosos y no contar de aquello a otros curas, además a todos nos asignó una chapa para mayor seguridad, el mío me encantaba era Vladimir. En esas reuniones el Padre nos llamaba por nuestros apodos y nos explicaba el deber que cada uno tenía con Dios y con los hombres, nos recalcaba que en poco tiempo deberíamos responder al llamado divino de organizar la revolución tanto en la tierra como en los cielos. Sus palabras nos hacían sentir valientes e importantes, éramos la semilla joven del futuro subversivo que se organizaba en las penumbras para conseguir la luz de un mundo más justo y solidario.

Cuando terminó el verano seguí visitando continuamente la parroquia del barrio, mi madre incentivaba aquella amistad con un hombre santo. De hecho con el Padre Pepe hice mi primera comunión, me confirmé y luego me hizo su acólito, cargo que disfruté, solíamos conversar, tomarnos el vino dulce y comer hostias con pebre. Así mientras yo crecía nos hicimos buenos amigos, un domingo llegué a misa como de costumbre y el Padre no estaba, pregunté por él y me avisaron que repentinamente y sin dar razones había partido a la Argentina… (Continuará).

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4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Grande Juan!

11:54 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Hola estimado:
Noté que estuvo visitando mi blog, ojala le haya gustado la última historia, con respecto a lo del embellecedor, no sé si de verdad existe, es casi una leyenda, creo que los jovenes lo preparan con bebida y no sé que más o algo asi, ha sido tanta su fama que se cuentan historias casi increibles, como la del tipo que logró tener 4 novias y salir con las 4 al mismo tiempo sin que ninguna se enojase, pero esta si que es increible, uno de mis amigos logró anular a un tipo que llevaba 5 años cortejando a una niña, y este sujeto lo hizo en 3 minutos, todo un maestro, se junto con la niña y ahora se aman eternamanete, mis amigos todas las noches encienden una vela en su nombre y le rezan tres ave marias y todo esto es gracias al embellecedor.
La parte negativa de esta última historia es que el sujeto desplazado se suicido, pero en fin no todos pueden ser felices.
Trataré de investigar mas cosas sobre esto y luego le cuento, muchos saludos y nos vemos

6:10 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

¿El Padre Pepe no le habló nunca del Lado Oscuro? ¿no despedía rayitos azules de sus manos? ¿no? entonces no es uno que conozco...

Felicitaciones por el sitio, si alguna vez le resurgen las ganas de huir, cuente conmigo: puedo entrar por la fuerza y reducir a Eduarda sin provocarle ningún daño. Ni se imagina cómo han cambiado las cosas por acá.

Saludos,

M.

4:53 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Juan..sos un chabón de la puta madre..tenés que revelarte con esa minita loco..
Agarrála a patadas y te vas ..no seas cobarde..c.

1:11 a. m.  

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