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martes, septiembre 27, 2005

Para superar esta angustia (Crónica Nº 15)

Para este once de septiembre, Eduarda antes de acostarse me dejó una vela y fósforos en el cajón de la mesita de noche por si se cortaba la luz, pensé en utilizar los cerillos para quemar el colchón, empezar un motín y escapar pero desistí porque me asustó la idea de lastimar a alguien. La luz nunca se cortó pero la vela la prendí igual y me desvelé pensando, creo que ahí fue cuando caí en ésta profunda depresión que me aqueja, peor que la de cada septiembre, desde esa noche no me levanté más, no me bañé como en 12 días, ya no tengo ganas de escribir, ni de dibujar, ni de nada, tampoco me he afeitado y estoy comiendo muy poco, incluso Eduarda se preocupó, el otro día me preguntó si me sentía bien, si necesitaba algo, yo le dije, libéreme señora, hasta cuando me tendrá acá. Ella no contestó y con un portazo dejó la habitación furiosa.

Pasaron los días y todo empeoró, el fin de semana de fiestas patrias Eduarda salió el jueves por la mañana a la feria como de costumbre, lo inusual fue que antes de partir me dejó una bandeja desbordante con el desayuno, el almuerzo y la cena todo servido al mismo tiempo, también noté que iba más arreglada de lo común, traía un vestido que no sacaba del armario hace años, uno que sólo usaba para ir a bailar, claro que ahora la prenda le queda un poco apretada. En todo caso no le di importancia y jamás pensé que llegaría a la madrugada, calladita, con los zapatos en la mano, es una irresponsable yo no pude dormir en toda la noche esperándola preocupado.

Cuando llegó, al rato, sentí que roncaba así que supongo que durmió un rato, después oí que se duchó, cocinó y me volvió a servir la bandeja con las tres comidas juntas y salió, según ella iba a la vega central pues no había conseguido zapallo italiano, le pregunté si llegaba pronto y me aseguro que si. La esperé hasta las cuatro de la mañana. Al otro día desperté y sentí que ella estaba en casa, mientras silbaba una cumbia hacía fideos nuevamente, me trajo otra vez la bandeja, me dijo que iba a pagar unas cuentas, pagar cuentas un Sábado 17 de septiembre, obviamente volvió el Domingo muerta de sed. Ese mismo Domingo sin yo pedirle explicaciones me dijo que había llegado temprano, incluso antes de la hora de cena pero que no la había sentido pues soy un cerdo flojo y sucio que está siempre dormido, me sirvió la comida y se fue a misa, llegó el Lunes, de seguro se demoró en el confesionario.

El fin de semana siguiente, el Sábado 24, claramente queriendo remendar sus actos Eduarda llegó de la feria con una jaula y un choroy, me dijo que era un regalo para subirme el ánimo, ella sabe de mi debilidad por las aves, le dije que no debía comprar animales de tráfico, tenerme secuestrado a mi que soy un miserable humano, uno en miles de millones es perdonable, pero secuestrar a un pobre loro nativo de los doce o trece ejemplares que quedan en libertad, impidiendo así su reproducción en vida natural es una crueldad, pero esta mujer no entiende razones, me gritó que si no me gustaba lo cambiaría, no insistí en el tema, no valía la pena, ella es terca y no había mucho que hacer por el pobre lorito que se encontraba en muy malas condiciones, casi no tenía plumas, notoriamente su pasatiempo preferido era la auto mutilación, estas malas costumbres se agarran en el traslado desde el lugar de captura a Santiago, seguro venía dentro de las llantas del camión o en las zapatillas del chofer.

El Domingo llegó preguntando si prefería un ñandú o un flamenco, esta tipa está loca pensé, pero para ahorrar saliva y evitar una tragedia medio ambiental le dije que comprara una pareja de simples catitas para que me hicieran compañía, le dije que no fuera dura de mate y que me hiciera caso por una vez en su vida, que comprara una pareja porque en el caso de traer un solo ejemplar, como son aves gregarias, este se moriría de pena o sobreviviría apenas, como lo hago yo, por suerte me obedeció y al almuerzo llegó con los periquitos.

La hembra es una hermosa lutina pero de ojos marrón oscuro, el macho parece ser un azul cobalto común. La hembra resultó ser mucho más amigable que sus congéneres humanas, es un amor, le puse Catalina, pero de cariño le digo Cata. El macho en cambio es más desconfiado que la chica, se llama Jacinto y es un maestro que trata a su mujer como yo debí hacerlo desde un principio, frente a cualquier conflicto un buen picotazo.

Durante la tarde puse un clavito para colgar la jaula de manera de poder verla desde la cama, les construí un comedero y un recipiente para el agua con latas de conserva que le pedí a Eduarda, acomodé las perchas e improvisé un columpio que quedó muy bien, les observo mucho pero sin molestarlos, creo que ya se van acostumbrando a su nuevo entorno, son muy dulces y alegres, me llama la atención que igualmente encerrados parezcan mucho más felices que yo, me acordé de los canarios que criaba mi madre y me dio la misma sensación, esto me hizo meditar, parece que el secreto para sobrellevar el encierro de manera más sana es cantando.

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1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Esta crónica salió más natural Juan, sigue con tu arte..

..hace falta

4:12 p. m.  

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